domingo, 10 de agosto de 2014

NUEVO MIEMBRO DE LA TRIBU

Tenía tres días libres. En un mundo perfecto, los habría utilizado para terminar el cómic que estoy dibujando.  Gabriel y mamá se fueron a la montaña y me dejaron solo como la una en casa para hacer lo que se me viniera en gana. Apropiadamente, y como cada año que me pasa, utilicé mis tres días de libertad para hacer poco, demasiado poco, tocarme las narices, ordenar papeles y limpiar el piso con tanta obsesión como falta de efectividad y alquilé tres películas. Y poco más.

El viernes, siendo como era mi último día de supuesta libertad, decidí que en lugar de irme a casa en el metro como cada día, podía dar un paseo por ahí, irme a comer en el bar Los Amigos de Gracia, donde la dueña me trata como si fuera su nieto favorito, me llena el plato pantagruélicamente y siempre me rebaja el precio, y en lugar de irme a la comisión de fiestas, tiré para la avenida y cogí el autobus. Yo nunca hago eso.

Pues que estoy en e autobus y antes de llegar a casa, veo por la ventana a un gatito de pocas semanas corriendo por la calle, evidentemente perdido y aterrorizaddo. Automáticamente, lo que hice fue bajar en la siguiente parada, desandar lo andado y recogerlo.  No debe tener más de un mes como mucho, y parece lastimado. Tiene algún problema digestivo y debe de estar muy débil.

Todos nos hemos encariñado con ella y hasta le hemos puesto nombre.  Tiene agua y comida en dos platos de porcelana húngara, regalo de bodas de la abuela de Sibylle, y una caja de arena hecha con la caja de madera de unas botellas de champagne que llegaron como regalo de fin de año.   From rags to riches. 

Espero que lo que tenga no sea grave y que se quede con nosotros.  Es bueno tener un gato negro en casa. Es una sombra de la guarda que aleja maleficios.

Tres días más y nos vamos.   Vértigo.


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